Pasa siempre

Nos pasa siempre. Tenemos una obligación -tarea, en este caso- que cumplir y la dejamos pendiente para «después». Pasa el tiempo y seguimos al pie de la letra esa lógica: «Es una pavada, la hago más tarde o mañana».

Llega el día de presentar el trabajo, horas antes como en este caso, y nos predisponemos a darle un tiempo a esa tan postergada labor, académica en esta ocasión, que tan alterados nos puso de repente. Sentados al frente de la computadora nos ponemos a pensar sobre de qué podemos hablar (escribir) en nuestra primera entrada o qué sería bueno e interesante postear. Obviamente, la premura no nos deja pensar y nada viene a nuestras cabezas. Empezamos a hurgar en los trabajos de quienes responsablemente a hora terminaron y lo presentaron sin aún encontrar ideas nuevas.

Generalmente, por obra de quién sabe quién, suelen aflorar casi milagrosamente ocurrencias que, minutos después, se transforman en escritos y/o trabajos. Bueno, este no es el caso. La maldita manía de «dejar para después» me jugó sucio hoy.

Y como ya debo levantar mi primera entrada en este blog ahora, qué mejor que narrar y contarles la tediosa tardecita de domingo posclásico de hoy en que tardé 3 horas en pensar qué hacer y escribir. Para no vivir la misma situación en la próxima, ya pensaré sobre qué postear en mi segunda entrada en esta página desde hoy. Bueno, a quién engaño, empezaré mañana.

 

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